El amante perfecto no sabe esperar
pero absorbe cada minuto.
Para el perfecto amante
no existe nada fuera del colchón
porque lo tiene todo dentro de él.
No necesita permisos para atraparte dentro de él,
e incluso en los momentos en los que es más serio el ritual,
encuentra el resquicio que provoca tu risa.
Hace que ya no sepas quien eres
porque confundes tu cuerpo con el suyo,
en la euforia más plena.
Le encanta comer y ser comido,
y cree que tu sudor es el plato de mejor gusto.
Hace que tu piel sean agujas encarnadas
que suavizarán el roce de sus gestos.
Tiene interminables historias que contarte
hasta que tus parpados
caigan al más profundo infinito.
Se introduce en tus sueños
para seguir haciéndote el amor
y cuando en el sueño te vuelves a elevar
abres los ojos
y piensas que la realidad supera tu deseo más onírico.
Dan igual tus prácticas sexuales,
te vuelves animal
y te haces sol
cuando despuntan los últimos rayos de luna.
No sabe lo que sientes
porque cree que es diferente
a lo que él siente.
Quizá mañana no te llame
pero te pidió el teléfono
dejando la puerta abierta a otras madrugadas.
Pero sabe que se ha encarnado tu alma en el cuerpo.