Sueño con el anochecer y el amanecer
sumergida en las sábanas sedosas,
que asemejan tú calurosa y morena piel.
Divinizo tu aroma en el escenario
impúdico de mis recurrentes sueños.
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Sueños, capaces de aproximarse a la
vivencia real de tu mágica e invisible
presencia en mí, a mi lado, en unicidad.
La percepción de tu inquieta y agitada
respiración es para mí, la más larga,
cruel y perpetua de las penitencias.
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A tu lado las estepas siberianas se me
antojan delirantes y más cuando logro
cobijarme en tu bien dibujado contorno.
Es bella sincronía de los encajes que
adornan nuestros despojados cuerpos.
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Ellos fluyen con sediento anhelo en una
proximidad impalpable e indefinida,
pero sensual y definitivamente, contumaz.
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Hay necesidad de ensamblar mi ser
a tu sedienta y calurosa humanidad.
Esa que clama por cercanía, calidez
y liberación de su tersa esencia vital.
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Perturba, la ensoñación de la fantasía
que se vive semejante a la realidad.
Realidad que acaricia mi mente febril,
apasionada y dubitativa como la tuya.
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Me miro enlazada contigo cuerpo a cuerpo,
beso a beso, abrazo a abrazo y caricia a caricia.
Emerge la escultura divina de tu piel,
convertida en una sábana celestial.
Esa, que me han traído los ángeles
desde el cielo, elaborada con satén.
Ofrenda de la unión de nuestras almas.
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¡Cuando un par de almas se conjugan,
sólo la pasión y el amor las subyugan!