Parto nuevamente: agotado,
lleno de nostalgia, como de pisadas, los caminos.
Parto lejos, muy lejos de mis amigos; sus alegóricas siluetas
van tejiéndose en mi espíritu.
Rememoro todo paso secundado por sus pasos,
además de vanas discusiones, y felices ratos.
Ahora yo regreso. Ellos, mis amigos, no se mueven,
estáticos se quedan, prosiguiendo con su historia
como álgidos soldados.
Retorno y se quedan, aquí, en la Monumental Lima:
mi esencia, mi vida misma y una gran parte
del motivo de mi arte.
Siento que el silencio se engrandece como un árbol.
Siento que me quedo.
Que recorro mi pasado.
Siento a mis amigos
fluctuando en mi presente.
Siento a la Gran Lima
como una promesa en mi futuro.
Voy con mi materia hacia la eterna primavera.
Pero aquí se queda: mi perenne alma.
Se queda diseminada entre las cosas.
Esperando un escondite
salvaguardante de emociones.
¿Quizá por ser poeta:
que lo inmaterial y lo tangible, lo eterno y pasajero,
me causan estupor?
Pero mi familia y mis amigos aquí anclados.
Logran en mí, un cariño disipado
que invade todo espacio.
Porque Lima, fue una vez mi hogar.
Y ahora que me alejo, errante como siempre,
sólo me queda recordar.