Esteban Gracia

Sombrío y noche.

Plumas negras me acarician el alma, piernas débiles que sucumben a los males que me apenan. 

Corazón insolente que sucumbe a la hecatombe de mis penas.

Humanidad insolente cual perro viejo decide echarse al suelo para cerrar los ojos y jamás abrirlos, hambriento de algún sempiterno sueño que nos aleje de toda odisea maligna, pobre de mi.

Pobre de mi alma seca de tantos berridos, berridos que la exprimen y la alejan de su ser, manto negro cubre mi espolvoreado cuerpo de estrellas infinitas y en el más profundo y desolado abismo depositame, ya que el silencio y la oscuridad es lo que mi alma sólo reconoce.