Quisiste convertirme en ciego amante,
que fuera fiel esclavo de tu encanto;
que todo te lo diera, mientras tanto
matabas mi cariño tan constante.
Creíste ser la reina mas radiante
llenando mi existencia de quebranto;
cubriendo mi quimera con el manto
que guarda del dolor daga punzante.
¡Jamás imaginaste que mi temple
se viste con acero bien forjado;
que nunca he de llorar, aunque contemple
mi sueño mal herido y destrozado;
que nada puede haber que le destemple
su fibra de guerrero apasionado!
Autor: Aníbal Rodríguez.