Del olor a cipreses
conservo buena memoria
reservando en mi espíritu
un cajón lleno de lavanda
y flores secas aunque puras.
Del olor a ciprés, erguido,
y frente al cielo, símbolo
de tierra y viento, guardaré
yo siempre un eterno recuerdo
de mi adolescencia y de mi infancia.
Pálido calvario, subido en lo alto
de un monte pequeño, tres cruces
minúsculas todavía lo demarcan.
Hago yo cierto sigilo, cuando paso
cabizbajo, entre los olivos
del sacro huerto recreado.
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