La tinta se coagula
en mis arterias
y mis manos inĂștiles
tratan de escribir tu nombre
para fluir por los renglones.
Miro el cielo
pensando en no pensar
en ser viento y dejarme llevar,
ser incienzo o ceniza
y esparcirme por el campo
para polinizar tus huellas.
Juego a ser nadie
diciendo la verdad
mientras me escucha
una bocina que marca
la hora del destierro universal.
Nado entre puntos,
de remos las cicatrices,
en un mar turbio
de sonidos profundos
que deshojan corazones.
Mi navaja suiza extraditada
ya no rasga tu falda,
la distancia atemporal
me descoce la luz
de luna silvestre.
Y las hojas se congelan
esperando tu mirada
y el cigarro que fumo
se desangra entre mis caladas.