Nacer no era fácil
fábrica de hacer niños
aterciopelados y salvajes,
criaturas de un infierno
sometido a bagatelas y conjuntos,
lazos insobornables, tenazas
como abrazos, de cuerpo entero,
su figura, paternal, dichosa,
ambivalente, del otro lado,
su firmeza y su ejecución
cotidiana, relámpagos de tristeza.
En sus ojos, Viridiana golpeaba
con fuerza los cristales de la estación,
chorreando a mansalva gorriones,
estrictamente delicados, trombón
de circunstancias.
Oh madre, imperial en tu sitio
de oblongos senos, donde reinaban
oscuridades, bacterias, hongos,
sueños danzantes de victorias aplazadas.
Oh padre, divagando con certezas,
insumiso en la devastación de la córnea.
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