Tuve de tu candor las alegrías
llenas con el aroma de la rosa;
diste a mi corazón las armonías
cuya luminiscencia es tan grandiosa.
Eran tan deslumbrantes esos días
plenos de adoración vertiginosa;
y eran el escenario do lucías
esa tu esplendidez tan glamorosa.
Nunca de exaltación surgió la llama
hecha con los encajes del delirio;
como las madrugadas que tu lecho
fuera de la lujuria el oriflama,
donde se desprendía olor a lirio
junto con los suspiros de tu pecho.
Autor: Aníbal Rodríguez.