Tras Filomena a su paso por España
Estos árboles crecieron conmigo,
Como aquel robusto pino silvestre
Que se elevaba hacia el cielo celeste
Y tendía sus brazos infinitos
Por el espacio de mi infancia;
Yo, sentado al calor en la terraza,
Inmerso entre las hojas de algún libro;
Él, guardián de la sombra para el niño
Que con los ojos despiertos soñaba
Con su mañana libre y verde;
Yo, a su pie, jugando infantilmente
Debajo de su vestido de ramas;
Él, meciendo nidos a mi ventana
Al compás de los vientos del presente
Restos del pasado marchito;
Hoy… encorvado, desnudo y sombrío,
Ha bajado los brazos para siempre
De muerte herido por la blanca nieve
Que cubre su cuerpo, y por el frío
Que le hiela su savia
Quiebra su tronco fuerte
Y me cierra el libro
Carente de páginas.