Ella se fue.
Partió sin decir adiós como un anochecer de luna nueva.
Oscuro y sin aire me quedé.
Como ave migratoria dejó el nido.
A pesar de las ramas olvidadas mi corazón resquebrajado yacía en un crepúsculo de ira, incomprensión y dolor.
Latente y huérfano de confianza tumbado entre sábanas mojadas de lágrimas.
Así sucedió.
De la noche a la mañana.
Del todo a la nada.
De la caricia más hermosa a la grieta más honda.
Adiós.