Lo bueno de morirse en domingo es que te quedan
los lunes tan a mano
que se toca
la eternidad entera con los dedos,
lo bueno de morirse en domingo es que no hay tiempo
ni tierra en que enterrarte
y se te queda
mirando una epidemia del color de la nubes
y te inventas las horas otra vez,
te imaginas un mundo en el que sólo las cosas que has amado
tienen cuerpo y dicción,
un mundo a tu estatura, sin palabras heridas ni voces de antipájaros,
un mundo en el que valen
las distancias sin cable y la inminente promesa
de otra resurrección.
Lo bueno de morirse en domingo es que mañana es ahora,
que una gota de agua es lo mismo que una gota de agua
y que hablar,
simplemente,
es mirarse uno a otro en el instante preciso
en que empieza el deshielo.