Una distancia
muy débil, te separa,
del mar azul.
Ahí le tienes,
tan cerca que, tus manos,
pueden tocarle.
Mojar tus dedos
con olas de sus labios
siempre vibrantes.
Desde la playa
le ves y le contemplas
con devoción.
Es ese mar,
azul y verde oscuro
de los relatos.
Él, en tus sueños,
te inspira y te subyuga
profundamente.
Y al mar te entregas,
te abrazas a sus algas
y te estremeces.
Quieres su fuerza,
vibrar en su oleaje
y en su pasión.
Dormir en él,
por siempre, entre sus brazos,
y eternamente.
Rafael Sánchez Ortega ©
30/10/21