Raiza N. Jiménez E.

Eran Cenizas. -

Es muy cierto, es tal, como tú me lo dijiste,

la vida se me ha ido mirando el azul cielo

y a veces lloro, a veces gimo, sin consuelo.

En esta aciaga hora ya no sé, sí me perdiste.

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No pretendo abandonar mi piedad y rezos.

Soy creyente y sé que Dios, mi Dios, existe.

Por nada lo dejo, ni siquiera, por tus besos.

Sé que, en ti, la idea de la traición persiste.

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Nuestras vidas se unieron en un amor eterno.

No lo ves, no lo aceptas, pero ruegas ante mí.

Con tus dudas, haces del amor un vil infierno.

Sé lo que sentí, y piensas que yo me confundí.

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Lo he pensado y puedes irte, si es lo que quieres.

Me agobia tu manera insegura de expresar amor.

Te diría tajantemente, que no, si a mí tu volvieres.

He pasado noches y días de insomnio y de terror.

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Te pido que a mí no te acerques yo, no lo haré.

Antes de decirte adiós, vi en mi alma la cicatriz.

Para olvidarte, ya sé qué hacer: al Señor rezaré.

Tú no eres Dante y yo tampoco, soy tu Beatriz.

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¡La vida me trajo hasta acá y, aquí me quedo;

amarte como tú deseas, en verdad, no puedo!