Rostros, todos tenemos
muchos, aunque, algunos,
los tienen a chorros. Existen
los que más que pómulos,
hacen, de tener cara, un
modo de vida. Los hay breves,
escuetos, como de cadáver ya
a la vista. O de párroco bajo
el envoltorio del incienso.
Los que escupen llaneza.
Los que fingen belleza.
Los que resultan brutales.
Los que son, como sus dueños,
monstruosos.
Los que practican el nudismo.
Los que llevan gafas, lentillas.
Los que se pasean, los que emiten
destellos, los ignorantes, los ignorados,
los ricos en nutrientes falsos, los amigos
de lo ajeno; los resultantes de un fiasco.
Los que ejercitan la endogamia,
los que se esconden bajo el pelo.
Los que asustan, los que parecen
dormidos, los que están como drogados,
los que murmuran, los que recitan el rosario.
Los lechosos, los pecosos, los ruinosos,
los ampulosos, los angulados, los espinosos,
los que apenas dan para ganarse el pan y punto.
©