Días, amargos, fijos
dónde yo soy el malo,
en que la tierra es un deseo lento
en que abunda el perverso humano.
Días, manchado de amarguras
dónde se bloquean todas mis ideas,
y el último papel que sale de mi bolsillo
me hace ser un miserable entre ellas.
Hay un fluir cansado de juventud
cansado de mucha hipocresía,
cansado de mucho interés
y de las cosas mundanas de la vida.
En esa penumbra tan vacía,
dónde la lágrima es palabra fresca,
vida sin excepción dónde triunfa el hastío
y las rosas encendidas ahogadas
por las penas.
Yo soy el bandido, yo soy el malo
el hombre honrado que va por las calles,
ofreciéndole amor al mundo en sueños
aunque otros con su amargura me contagie.