Vengo arrastrando penas desde niño,
con la inocencia detenida en la mirada,
con la soledad atravesada en el pecho,
con el corazón tiritando de tristeza,
con el alma abrazada a la añoranza,
con la humildad resignada,
con la ilusión entumecida…
intentando sobrevivirle a las heridas.
Vengo abrigando esperanzas,
prolongando suspiros,
aferrándome a la vida cada alborada,
dándole batalla a la melancolía,
orando cada día,
rezándole a Dios por un milagro…
el milagro de volverte a ver…
por última vez,
el milagro de verte retornar.
Vengo esquivando insomnios,
evitando trasnochar con mis desvelos,
tratando de conciliar con mi nostalgia…
para que ya no lastime…
para que ya no duela.
Vengo huyendo de los recuerdos…
de la dura verdad de tu distancia,
de tu silencioso adiós,
de tu cruel despedida sin palabras,
de tu alejamiento inexplicable…
de esa fría realidad inevitable.
Vengo recorriendo medio siglo,
esquivando la incertidumbre del camino,
deseando muchas veces borrarme del destino,
procurando descifrar la razón de esta aflicción,
evadiendo la obstinación de este dolor…
que no admite que te fuiste…
y se niega aceptar que te marchaste.
Vengo queriendo comprenderlo… huérfano de tu cariño.
vengo muriendo poco a poco… desde siempre…
desde cuando tan solo era un niño.
Como le explicas a un niño que su madre no volverá jamás.