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**~Novela Corta - Lluvia en los Ojos - Parte II Final~**

Si Teresa no halló lo que busca en esa casa vieja que cruje como el viento. Cuando ella sale de esa casa y la abandona marchándose lejos de allí. Cuando su manera de ver el cielo era por sólo magia e interrumpiendo entre la vista y el cielo esa bella magia. Cuando, de repente, se vió atragantando su forma adyacente de creer de dar con el silencio de su alma gritando a viva voz, pero, si sólo era una muñeca de papel. Si en el ocaso se advirtió de que el reflejo del sol la hacía mucho daño, cuando en el instante se cuece el fuego de un sola alma cuando en su instante como el mismo delirio dejando a la muñeca de papel bajo el reflejo del sol y tan sola y solitaria. Y se vió Teresa desinteresada, pero, muy interesada en ese sol que le quema, que le calcina, que le da calor, que le da fuego, sí, si en su alma sólo le falta hacer una hoguera y con todo ese papel en la cara, sólo le quedó esperar porque el sol no le quemara o que la niña, sí, la tomara entre sus manos para seguir jugando a las muñecas de papel. Y Teresa allí bajo el sol y el fuego dentro de su esencia y más, sí, dentro de su cometido en bruces caídas y de rodillas quiso rezar a Dios, y que sanara su esencia y más que eso sanara sus sospechas de dar con el silencio automatizando la mala presencia en saber de un sólo rumbo, en el cual, se siente como el mismo desaire en calmar lo que más juega, cuando en el ademán de sus manos no calma el hechizo en dar una sola suerte, y era la de buscar en el pasado de Teresa lo que no le interesa. Y la muñeca fría y tan álgida, sí, y cantando lo que más converge una verdad en poder creer en el ocaso frío y desnudo en saber que su delirio se opuso al delirio frío de saber que su manera fue forjar en cada piel una sola ilusión. Y la ilusión fue solamente de dar con el suspiro de un alma buscando el desenlace final en dar con la verdad una sola cosa. Si dentro del venidero ocaso se forjó el desastre de creer en el silencio automatizando la espera y ta inesperada con el silencio una sola verdad de que sólo ella quería vengar a su manera y su forma con el alma en toda una verdad y tan fría como el ir y venir lejos con esa vindicta entre sus manos hechizando la gran espera de esperar por el embate con la única solución y en una sola verdad y tan letal y mortífera como la misma muerte y tan segura e inestable, pero, muy sórdida. Cuando en el alma de Teresa no le interesa nada más que saber del acecho mortífero de una sola verdad a ciegas. Cuando en el lugar de un sólo todo se vió electrizando la forma de ver el cielo con ese sol siniestro y tan cálido que dependía ella totalmente de ese sol para poder morir o seguir viviendo con la única alternativa de dar con clase la forma de ver el cielo de azul y no como siempre lo vé en una cruel y mortífera tempestad. Cuando a Teresa no le interesa converger en el trance de la vida una sola verdad y tan trascendental como la misma vida en que se pierde en el cometa de luz a toda una luz veraniega dando temor y de un sólo temor y tan letal como el mismo silencio. Si dentro del silbido de una forma y tan real, como el mismo pasaje de ir y venir y sin poder regresar Teresa sólo se vió ineficaz y tan clandestino fue el ir y venir y tan lejos de una sola salvedad. Cuando en el aire Teresa socavó en el aire y dejó una sólo sensación de creer en el alma una sola razón en la locura de creer en la vindicta más autónoma en saber que su nombre era Teresa, sí, a la que no le interesa nada más que su propia alma y su propia virtud vengando lo que más quiso ella, Teresa, cuando en el embrague de un todo se vió fríamente y se identificó como salir de una verdad y de un pasado y tan vivo como lo fue pensar en el recuerdo, de creer en el alma ciegamente y en el alma una sola sensación en saber que su rumbo sólo la tiene en la misma mala razón perdida de un sólo deseo ambigüo de creer en el ocaso muerto. Y en dar una sanación en una sola verdad y tan cruda como la misma herida que lleva Teresa, pero, en su corazón. Y Teresa frente a ese sol a cuestas de la única verdad se siente como el mismo deseo en poder amar lo que más encrudece la única sensación con el silencio una sola verdad de que no había vengado lo que ella llama al desprecio, a la culpabilidad, al abandono, al vicio, al desamor y al tiempo, si es una cruel forma en querer vengar lo que más ella llama como a su propia vida. Y sintiendo el final de su vida, Teresa,  y sin poder vengar yá su vida, porque en realidad no siente porqué hacer esa vindicta cruel y tan devastada hasta que en su vida llegó el amor. Y se enamoró por fin, Teresa, sin más que los mismos celos de su vida, quiso converger en el alma una frialdad dentro del ocaso vivo, cuando en el alma de Teresa, no le interesa nada más que el desastre de creer en el alma desértica de sentir el silencio en su propia vida, y sin querer más que el desastre de mirar el cielo como ver el sentimiento en manos sudoríparas de la creencia en hacer vengar a su propia vida en obtener el ocaso frío dentro del mismo instante. Cuando en el alma de Teresa sólo convida una pureza innata de creer en el alma sosegada en hacer creer en el alma un desierto y tan frío como el haber sido en el alma una sola frialdad. Porque cuando en el alma de Teresa no le interesa nada más que obtener el deseo efímero y trascendental de un sólo todo, como la nada del olvido. Si dentro del cuerpo de Teresa hay y existe la tristeza inocua, pero, muy vengativa y letal. Y cuando se aferró el alma de Teresa hacia el más instante, pero, tan real como el mismo invierno seco, pero, tan real como el mismo frío desastroso de convertir en toda su vida una de gran conveniencia. Cuando se siente como el mismo mal instante de creer que Teresa le conviene vengar toda su vida siendo ella, una desinteresada con la vida misma, cuando a ella no le importa nada que ser vengada ni por amor ni ser salvada de ilusiones, si sólo le importa su carrera profesional, dando el alma una buena paz, la que nunca halló en su vida nunca más. Cuando la fe en la vindicta de ella, de Teresa, se vió truncada y quebrantada cuando en su vida le llegó el amor y la pasión hizo de lo suyo hasta que en la manera de dar con la única salvación se vió esperanzada en creer sólo en el amor en ése hombre. Si cuando en el alma de Teresa, se vió trastocada como la luz en su cuerpo dejando saber que el delirio frío e inestable por una fría sensación de sentir en su cuerpo un álgido temor embriagando a sus venas de un fabuloso vino cuando se casa Teresa con ése hombre sin imaginar ni saber el pasado de Teresa. Y en delirio frío y tan gélido como el saber que su pasado ella sólo quería saber que su alma sólo abastece de calma real a su próxima vida con ése hombre. Y Teresa se olvida de su cruel vindicta y de su manera de ver la vida como algo trascendental, cuando su vida cambió de frío a calor, de temor y pavor a ser tan valiente como la vez aquella en que su vida quiso ser como ésa triste muñeca, o marioneta o arlequín, la cual, toma de valiente su vida mortífera y tan letal como el mismo frío desenlace en converger en la misma verdad. Cuando en la mala situación de su corta existencia se vió exageradamente enamorada y tan letal si es como abrir un cerrojo de muchos años atrás y sin poder tener la llave. Porque cuando en el alma de Teresa se vió fundida de temor yá su alma no tenía más miedo que a su propio destino y camino. 

Un día Teresa y embarazada, a la que no le interesa nada más que su propia felicidad siente que su vientre tiene más movimiento de lo normal. Ella, feliz se siente, porque vá a ser madre, y de una niña. Cuando Teresa se siente tan fría como la misma agua en el mismo estanque de agua de los pajaritos. Y una noche probó su inteligente inteligencia, cuando en el alma corre como el desafío o como la misma sangre en las mismas venas. Y tan triste como el mismo viento en que se cuece el alma fría dentro del mismo instante en que se siente como la misma primavera en dar con la única solución en poder creer en el desierto mágico de saber que su mundo se le viene abajo. Si dentro de la magia de la verdad de su vida quiso ser y se convirtió en una triste muñeca de papel. Y en el papel escrito vá su nombre: Teresa. Sí, en el desierto real sólo se vió transparente como la luna blanca de nácar. Y sin un sólo porqué se sintió tan desafiante su propia alma, Teresa. Cuando en el fin se vió electrizante de espera y tan inesperada como un sólo espanto. Cuando sus ojos se llenan de lluvia y de un desafío inerte y tan frío como el mismo camino que recorre en el mismo destino.  Porque cuando en el trance de la vida y tan perfecto de su esencia se vió en el artefacto la manera de creer en la vida un defecto intrascendente. Porque cuando en el alma de su propia existencia se vió marcando el álgido viento en su triste y peor camino. Y viviendo con la frialdad de un sólo temor cuando en su fuente se enfrió el final desenlace de la vida de Teresa. Cuando en el altercado nefasto de un sólo instante en que divulgó en el alma una mala situación. Cuando en el frío se siente como un sólo delirio y tan frío cuando da su vida cuando nace su hija. Y con un altercado frío y veraniego y tan real como la pura verdad se siente ella, Teresa con un sólo interés, la vida de su hija. Y al final de su vida entendió la vida, la muerte y el amor de su propia madre, aunque nunca fue amada su vida intercedió como la vez aquella de entregar el frío en el alma y más en su nefasto tiempo, y le dejó a la vida la triste venganza de dar con el silencio y con su propia existencia la vida misma y lo que quiso vengar al desprecio, a la culpabilidad, al abandono, al vicio, al desamor y al tiempo. Cuando en el tiempo caducó al parir a su hija. Y quiso ser como la forma más débil y más fuerte de un todo. Cuando su mundo se convirtió en una casa crujiente y tan vieja como el mismo viento. Si en el instinto se tornó efímero como el ave y sin poder volar lejos del alma fría y tan ciega como el mismo desenlace frío, y de una sola verdad en que el silencio se tornó como tan real como el abrir el reloj en un sólo desierto frío y de una sola hora en el altercado frío de su propia alma. Y Teresa a la que no le interesa nada se volcó su forma de ver a su alma fría y devastada. Porque cuando en el alma a ciegas se identificó el alma de un sólo coraje en que se cuece el alma de un sólo imperio y tan sosegado. Si Teresa se vió aterrada y horrorizada de un llanto nocturno cuando cayó lluvia en los ojos de Teresa a la que no le interesa nada más que la vida de su hija. Porque cuando en el embate de dar y de cruzar el delirio y tan frío de creer en el alma de Teresa, se vió enternecida su alma y tan fría como el mismo desierto en que ella camina en la sola soledad. Y se vió fría y muerta en el atrio desnuda y como un desenlace final de su pobre existencia en dar como el fin de la verdad cuando se siente Teresa como la que no le interesa nada más que la vida de su hija olvidando todo su cruel destino y su pasado en un ademán y tan frío y nostálgico como la luna álgida de un color nácar en el mismo cielo frío. Y la niña, ¡ay, la niña!, y del cielo mágico y del trasunto con su madre Teresa. Y se fue la niña por donde más duele en el alma, cuando su padre no le cuenta la historia de su madre sino conoció el pasado de su madre casándose con ella que, al fin y al cabo, se sintió como el mismo instinto sosegado y de un impetuoso destino y tan frío como el alma llena de un escandaloso pasado, el de Teresa. Y la niña, ¡ay, de la niña!, la que quiso amar en el silencio a su madre fallecida, pero, en cambio el dolor y la mala intransigencia que a su vez no quiso Teresa. Y mientras crece la niña se vió tan gélido el altercado frío dentro de su propia alma. Porque cuando la niña crece y se siente como ella se siente, si su padre se entregó a la bebida y a tomar y a tomar y la niña sin saber nada de la vida pasada de su madre. Cuando en el altercado frío de su sentido se fue la niña pensando e imaginando cómo hubiera sido haber tenido una madre. Cuando en el frío y en el desastre de creer en el alma fría como en el ocaso frío se sintió como tan delicado el mismo momento. Si dentro del ocaso se siente como el mismo ir y venir y tan lejos de un sólo todo. Si se vió y tan frío como el mismo instante en que se siente el suave y delicado instante de que en el aire socavó muy dentro de la única verdad y de una seriedad en el alma de creer en el desastre en dar la mala suerte de la vida misma. Si cuando en el alma se sabe que a la verdad la niña quiso en ser la verdad única e indeleble de sentir el alma a ciegas. Si dentro del mismo instante de tentar la mala suerte y de ver el cielo de azul como la niña lo vé, sólo la niña sin saber nada juega a la vida de Teresa. Y en el juego, sólo y solamente la vida le advierte a la vida de la niña que en el alma y en el corazón siempre intercede la sangre en las venas de la niña. Y su suerte solamente en la suerte, se identificó en la forma de dar con el sólo instinto en que se convierte el alma y el corazón en un sólo corazón y era el de Teresa, si renació como por vez primera en el cuerpo de la niña y la niña en ella. Y Teresa como la muñeca de papel, la que siempre quiso desinteresadamente en la vida y sin interés alguno, lo que converge en el alma ciegamente y sin interés alguno se siente la niña como si fuera Teresa, a la que no le interesa nada más que vengar a su propia vida. Y la niña tomó a la muñeca de papel entre sus manitas y le dijo -“hola, Teresa”-, y la niña sólo quiso vengar aquello que se llama vida, pero, recordó su vida y que tenía sólo doce uvas y doce manzanas, doce guineos, y doce fresas, que en lo cual, el resultado era cuarenta y ocho. Y así juega la niña a la muñeca de papel, sin saber que tenía cuarenta y ocho años y fue que sí vengó lo que se llama vida, a Teresa, a la que no le interesa nada más que vengar a su propia vida y sin lluvia en los ojos.       

 

FIN