Provocaste en mi horizonte visual
una especie de combustión espontánea.
Y a las partículas de carbono de mi imaginación
materializaste en el tiempo.
Me bastan los instantes llamándote con lo etéreo;
cohabitando contigo en las fantasías absortas y sublimes.
Lejos de la microscópica realidad y a la vez tan cerca de ella.
Entre la serenidad y la obsesión: una vez más el estribillo se repite...
¡Si!... Siempre me gustaste demasiado;
siempre me gustaste demasiado.