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**~Novela Corta - La Batalla del Amor - Parte II~**

Y Encarnación tratando en resolver el dilema que le embarga, cuando, de repente, Matías abre los ojos, si después de cesar el dolor en la herida en sus costados, y más la fiebre que arde a una temperatura muy alta haciendo delirar de fiebre a Matías, bueno, y se ven y se miran y se observan un largo rato a los ojos, ojo con ojo, si fue amor a primera vista. Porque cuando se desata la guerra en aumento y, sí, se escucha la gente gritar y correr de aquí y allá. Porque la batalla del amor había comenzado yá. Y Matías vuelve a dormir por la fiebre tan alta, cuando, de repente, se vió Matías horrorizado de creer en la vil muerte y desesperado se fue a imaginar y a pensar en el mayor desastre de creer en el universo frío y tan delirante de dar con la mayor salvedad de que, sí, estaban y muy bien a salvos dentro de la casucha de Doña Carmen. Cuando en el alma de Encarnación estaba muy triste y sin poder pedir auxilio si afuera se había desatado la guerra y dentro de la casucha la batalla del amor había comenzado a batallar en contra de la vil muerte y de una guerra que no se detuvo jamás. Matías en realidad iba a morir en esa guerra y sólo una buena suerte de repente cayó y se detuvo dentro de esa casucha. Y allí quedó por una bomba estallar cerca de Matías quedando encerrado allí con Encarnación la que encarnará nuevamente al pueblo de la Cruz, sí, Amén, dice ella. Y Doña Carmen a salvo y se pregunta Encarnación, -“¿volveré a ver a mi abuela Doña Carmen?”-, mientras con un paño húmedo en agua caliente le tiene en la frente a Matías resguardando su salud. Y Encarnación fría y devastada, callada y débil por hambruna sólo queda su destino como una órbita lunar atrapando todo desde la guerra, la casucha y la batalla del amor. Cuando la reyerta y la camorra de esa terrible guerra mató a mucha gente y a mucho soldados, por la opresión de un pueblo y por ganar tierras, la cual, el pueblo de la Cruz era extremadamente muy libre y en una sola libertad se cuece el destino frío de ese invierno frío después del 25 de diciembre de 1914, sino será igual, porque extremadamente será para la historia mundial y una libertad, por la cual, se peleó y quizás la batalla del amor sólo habrá ganado y triunfado, dos personas, dos enamorados, y dos contrincantes que se enamoran en medio de esa cruel y terrible guerra, y eran Encarnación y Matías, dos seres humanos que comienzan su vida y su trasgresión transmutada hacia otros horizontes. Porque cuando en el silencio se siente como el mar perdido donde el pueblo de la Cruz es territorio, si se identifica como el más de los nuevos instantes en que se siente como el mismo acecho de creer en el alma a ciegas, sí, después de obtener de ese mar la sal y tan curativa que es, si en la casucha había sal de agua de mar, y abrió Encarnación ese pote de agua de mar y la vierte en la herida, sí, y vá curando más la herida. Cuando en el embate de dar y de creer en el alma sosegada, se pierde en un frío ademán y tan frío como el mismo hielo o como el mismo equinoccio invernal. Cuando en el alma se siente como el mismo delirio frío de creer en el silencio de la casucha dando tiempo y más que eso en que la guerra termine o que puedan estar a salvo una persona forzó la puerta y Encarnación tuvo miedo y pavor, cuando en el frío murió ése hombre allí forzando la puerta y Encarnación prácticamente sola y en medio de esa guerra que la dejó con la batalla del amor y con Matías. Cuando en el intercambio de la sola soledad se convirtió en salir de ese terrible rumbo hacia el más de los tiempos muertos a buscar auxilio y aunque no pudo en ser como el mismo desenlace de creer en el alma de Encarnación cuando en el truncado cielo por la terrible tempestad que se avecina. Si dentro del alma, se aferró al ocaso vivo de creer en el alma viva de dar con la única salvación de creer en el alma a cuestas de la pureza innata de Encarnación. Y quedó como órbita lunar atrapando lo que más converge en el alma desierta dentro de su propia luz. Cuando en el alma se dedicó en la misma fuerza en voluntad de dar con el alma a toda luz al alma de Matías, que aunque moría de dolor y de una herida profunda, sólo y solamente esa lucecita del alma en Encarnación quedó para enamorar a Matías, con la luz que pronto Encarnación, encarnará a su pueblo de la opresión devastada de esa guerra mirando un sólo porvenir y era el horizonte de ese mar atrevido y bravío, pero, sí, si Encarnación lo que desea es que Matías se recupere. Y su costado herido y mal consecuente en atraer la espera y tan inesperada de creer en el alma sosegada y tan tranquila, sólo quiso ser como el mismo invierno y tan gélido como para congelar todo y por una sola vez. 

Y Encarnación sólo quiso ser como aquella primera vez en que dió el suave delirante delirio en saber de su acometido en mirarse a los propios ojos de luz y en bruces caídas, si en su afán de dar con el dolor tuvo un rayito de luna y de luz como la esperanza de creer en el amor, sí, en la batalla del amor entre Matías y Encarnación. Y quiso ser como el rubio del sol y como un nuevo día esperando por la única espera de la esperanza de creer en el alma sosegada de querer amarrar el deseo en su continua desesperación de sentir en la herida de Matías una salvación inocua y trascendental. Y mirando Encarnación a los ojos del soldado malherido, se aferró al instante en que se da la forma más terrible de creer en el alma desierta de su poco parecer y en el alma sosegada de espantos dar una sola solución en la terrible alma. Y de creer en el coraje de mirar en el alma una sola seriedad, en converger en el alma una espinita en el mismo corazón amando, sí, a Matías. Y sintiendo en el alma una sola frialdad de un invierno álgido y frío como la misma sorpresa de creer que después de Navidad cruzó y se desató la guerra en el pueblo de la Cruz, por el norte del otero. Y habían sido las 10:00 de la noche cuando se desató la guerra en el pueblito de la Cruz. Porque cuando en el percance de todo se dió lo más efímero de creer en el desierto frío de creer en el alma fría. Porque cuando Encarnación se aferró al trance de la verdad, se vió automatizando la espera de dar con la única solución en decidir que la verdad se aferró al mismo delirio sosegado de la espera y tan inesperada. Y de dar con la única solución y con la debida salida de una sola guerra y de una batalla del amor. Porque cuando en el alma se aferró el deseo y la ambigüa trascendencia se vió y tan celosa de la vida misma, cuando en el albergue de la razón se entregó el alma y la vida entre el mismo corazón y la esencia de saber que ama la niña de cabellos largos y muy hermosa. Porque cuando el joven Matías la vé a ella y a los ojos ocurre el mal desastre de la bomba estallando en las afueras de la vida misma y queriendo atrapar el deseo de la misma mala interpretación de caer rendida como el mismo inocuo momento. Cuando en el alma de Encarnación se pudo herir como la misma bomba y de un sólo desastre en caer sobre el mismo instinto y consistencia de la esencia de mujer que había allí entre Encarnación y Matías. Cuando se fugó el mismo imperio soslayando en las afueras de la vida misma, cuando en el alma se dió como el mismo desenlace de creer en el propio cielo derribando todo lo malo a su alrededor. Y desnudando la alborada naciente, sí, otra vez, y en el cielo una verdad en que se detuvo el tiempo y más que eso el destino frío de ese invierno álgido entre Encarnación y Matías. Y descubre una sola solución en que su forma de ver la vida y de observar el camino frío que les espera era todo a cuesta arriba. Si hubo un eterno silencio, y yá no se escuchan las bombas, y Encarnación se dice que quizás se les acabaron las bombas a la maldita guerra entre opositores de la democracia del pueblito de la Cruz. Cuando Encarnación trata de mirar y de observar el ingrato momento de creer en el alma a solas y de un instinto suave y delicado de creer en el alma sosegada de un sólo temor que le dió por tratar de mirar por la ventana si todo yá está destruido y yá no era igual al pueblito de la Cruz a lo que era antes. Cuando en la casucha de Doña Carmen ellos se enfrentan y están dispuestos a sobrevivir en el trance de la verdad. Porque cuando en el alma se siente un frío inestable se da lo más pernicioso dentro del ocaso y la vida funesta, sí, con esa guerra. Porque cuando en el alma se cuece el delirio y tan gélido como el instante en que se da el tormento de una fría noche y tan tormentosa de un perfecto porvenir que pronto llegaría a ser como el desafío inerte y tan fría como el alma desierta. Y de un amor en la sola batalla del amor en contra de un sólo todo y en la nada pervertida de un solo amor en el alma y más en el corazón entre Encarnación y Matías. Si se siente como el sólo desafío y entre ambos una sola cosecha y en el alma una fuerza en el corazón de Encarnación en saber que su alma se fue de su cuerpo con el alma de Matías. Y fingiendo en el alma una sola verdad de creer en el alma una sola verdad en creer en el alma devastada de dar con el amor a ciencia incierta en saber que su mundo se siente como el sólo desastroso invierno y que sí llegó, y fue más que una sola guerra, fue la batalla de amor entre Encarnación y Matías. Y sin saber que su mundo se dá como el saber de la verdad en poder creer en el alma una sola esencia y una consistencia como constancia en que sólo la cruda realidad se siente como el silbido en poder creer en el alma una sola luz y en el cuerpo de Matías, cuando solamente Encarnación se dedicó en cuerpo y alma en creer en el combate de una sola manera de dar con el alma una sola verdad. Y la puerta de la casucha, cruje en el silencio y Encarnación cree que es una bomba que estalla. Cuando en el alma se siente como la sabiduría innata entre lo que más se cosechó una sola ansiedad de creer en su alma y sin poder estallar. Porque cuando en el alma se siente como la noche fría dentro de la piel se siente más y más, y se sabe que es el amor que está pronto a llegar. Si en el alma se siente como el mismo amanecer en que yá han pasado cuatro días desde que se desató en Navidad la guerra de la opresión del pueblo de la Cruz, por el norte del otero.Y enciende la tea, y con trabajo le cambia el vendaje en la herida a Matías, y se encrudece el tiempo y más que eso la osadía en saber que el delirio frío se siente como el mismo reflejo de la luna y vestida del nácar del color blanco de un sólo instante en que se cuece el fuego de una sola tea, sí, en la casucha de Doña Carmen. Cuando en el tiempo y más en la virtud en querer amarrar el deseo a su convivencia se siente más en el saber que ese amor tendrá un sólo futuro o un sólo porvenir. Sí, cuando en el alma se abastece en callar la forma de dar con la sana esencia en saber que se dedica en saber que el comienzo se siente como el suave delirio y tan delicada como la forma de creer en el embrague de la mala esencia en saber que su virtud se dedica en saber que su mundo se siente en la calma en saber que el imperio se siente como tan delicado y tan suave como es la forma de haber amado bien y más, si ella estaba y tan enamorada de Matías y sin conocer su nombre sino que es Encarnación la que hoy vive en el alma de Matías como la luz en que desea sobrevivir si fueron esos ojazos como el azabache que fueron lo último que vieron los ojos de Matías después de explotar esa bomba en la misma puerta en la casucha de Doña Carmen y con Encarnación en el sótano a la izquierda, donde el soldado Matías había evacuado a Doña Carmen por desatarse una sola guerra, la cual, no cruzó la puerta después de las 10:00 de la noche de ese jueves día de Navidad. Cuando en el altercado frío y friolento del invierno frío de un sólo equinoccio que pasa, sólo ella Encarnación, se vió alterada, inestable y compungida, de ver en el suelo caer a un soldado por el estallido de una bomba, la cual, lo hirió como espada contra la pared. Y se fue por donde no sale el sol, sí, por las sombras perdidas del desierto frío. Y el frío de la noche, si yá había cesado las bombas y el ruido más encrudecido de ansiedad y de temor clandestino y tan sosegado y en un sólo tiempo, en el cual, se quemó hasta el alma y en un sólo pueblo el de la Cruz, por el norte del otero. Y se vió Encarnación trascendental y efímera en creer en el combate de dar con la presencia de una sola consistencia a sabor del amor y de la vida misma. Porque cuando en el alma desértica en saber que el deseo se desvive en saber que el deseo se convierte en una sola trascendencia y una gran e inmensa eficacia. Ingrata es la guerra la que en el alma se llevó la vida y el tormento de un cielo frío en el alma desértica de creer en el alma y en el juego de la vida un fuego que quemó al pueblito de la Cruz, cuando se desató esa maldita guerra, la cual, se identificó el alma en una verdad de ciencia incierta. Cuando en el alma se electrizó su forma tan real como lo que fue amar en guerra y demostrando que la batalla del amor en plena guerra, todo se puede lograr. Y desnudando el hechizo de una manera trascendental se vió aterrada Encarnación a un sólo frío desnudo de una sola guerra en el pueblito de la Cruz, por el norte del otero. Y se vió fríamente Encarnación y tan fuerte como lo fue querer sobrevivir en esa guerra de opresión y de un pueblito llamado la Cruz. Cuando a la verdad de un sólo todo se vió unificada la espera en esa casucha dejando casi morir la vida, y dejando caer lágrimas de suspensión en el alma casi muriendo su luz. Y Encarnación se vió aterrada de espantos nocturnos cuando vió caer esa lágrima de dolor en ese soldado en que ella sólo quería salvar su vida y dejar caer el delirio frío de creer en el alma una sola frialdad en que se siente como el frío desafío en amar lo que se empieza y sin poder terminar en el auge de la mar una sal en que le salvó la vida al soldado Matías. Cuando en el alma de Encarnación se tornó pesada y en una sola oscuridad de un sólo mal tiempo. Cuando el alma de un sólo amor en la batalla del amor, se vió delirantemente en un frío delirio y tan latente como en la misma mala sensación de creer que esa guerra se había tornado fría e inestable y con un mal dolor inconsecuente de ver en el cielo una cruel tempestad. Porque cuando en el alma de Encarnación se siente como la vez aquella cuando llegó el soldado a evacuar a la casucha de Doña Carmen, se siente como en el alma una sola soledad en caer en el desierto una sola flor marchita y era la rosa que en el alma tiene de buena voluntad. Y Encarnación sólo quería encarnar y reencarnar a su pueblo de la Cruz, cuando sólo presintió en la forma de caer en el instinto de ver el cielo una sola soledad en que la vida mágica cambia por una sola hambruna en su cuerpo que desbarató la ansiedad de creer en el alma de Encarnación, casi muriendo de hambre en la casucha y con un hombre a cuestas de la verdad. Porque cuando en el alma de Matías se muere de pena, de dolor y de fiebres inconclusas en obtener en el alma una verdad inocua, impoluta y tan real que trasciende de iras y de insolvencias autónomas de creer en el amor a toda costa. Y por sentir su tierna ternura sólo ella, Encarnación se vió aterrada y tan fría como el ir y venir lejos de la pureza innata de un recelo de la vida misma. Porque cuando el alma de Matías quedó como el frío, sí, y sintió el suave desenlace de creer en el alma de Encarnación como el sentimiento suave y delicado en poder creer en el alma de Matías como lo más fuerte de una sola alma.                



Continuará…………………………………………………………………………………….