Ese terrible amanecer
que de mi cabeza
no se puede desvanecer.
Desde la oscuridad
dos luceros contemplando
el cruel plañido
de su ser amado están.
Horrible e insoportable pitido
que puso mi vida en conmoción,
al oír cómo en breve instante
el hermoso son de tu palpitación
en mis brazos se desvaneció.
Como un rayo directo al corazón
fue tu muerte, que cual
cristal que con tanto esfuerzo creaste
hoy tu ausencia en mil pedazos lo rompió.
Dejarte ir no puedo
pues con una soga
tu alma a la mía uni
en mis días me aferro a tus recuerdos
por las noches a tu lado me imagino
que duermo.