La vida gris se enluce,
aquí no hay quien acuda,
la misma pugna de orgullo,
artista fúnebre escurrido
del paño tuyo en un espasmo
estomacal que da de sí
un diluvio marrón y azulado.
Aquí no hay ni servilletas;
antiguamente un castillo era
con sus criados serviciales,
hoy sus muebles han terminado
todos por carcomidos apolillarse
y a su dueño le falta un tornillo
que alguien le robó
(ya sospecha ya quien fue)
y eso que no es un robot
pero sigue sin saber
que funcionaría igual sin él...
Muerto tedio a base de fracasos
en floración en bocacalles
de cara al sol
de los sin nombre ni hogar
ni rostro,
de facciones inescrutables
investigan cada asunto
sus perseguidores...
Ellos se muestran tan astutos
como nunca hubieron los otros soñado
poseer tremenda virtud
y don esencial al ganárselo
calentando las manos
al fuego de lo eterno
y echarle palos.