Cae la última hoja del viejo calendario
de nuevo los recuerdos que llegan en tropel.
Un año que termina, quien quisiera olvidarlo
o llevarlo grabado cual tatuaje en la piel.
Reflejo de los días, espejo de las horas,
cadenas de minutos, destellos del correr
del agua bajo el puente, que unas veces añoras;
eslabones que el tiempo no ha podido romper.
Llega la media noche, caen los granos de arena,
vuelan las manecillas, se despierta el cucú;
el tic tac se convierte en latido que llena
de murmullo el ambiente; se ha dispuesto el menú.
Se levantan las copas escanciando sonrisas,
se vacían las botellas de aquel vino de amor
y las notas de un piano se deslizan sin prisas;
en los rostros, la chispa que aligera el humor.
Cerrando el inventario de logros y fracasos
palabras empeñadas, promesas sin cumplir;
gentiles los saludos, estrechos los abrazos
reunidos a la mesa, qué más puedes pedir.
De silencio, un minuto; queda el alma callada
cual si luto guardase por aquél que se va.
Escuchamos atentos la final campanada,
hoy un año se acaba, otro más llegará.