A describirte la mañana,
te diré que es hermosa,
recuerdo esas vendas
con resto de sangre,
y sentado al pie de tus pupilas
cenabamos el tiempo,
la última cosa que haríamos juntos.
Se acaba otro desvelo
y no se olvidan esos destinos,
que se hacen inevitables
o vagabundos,
la mañana es fresca,
me lleva a respirarte,
que es más natural que la muerte
en el reino de los vivos,
te demoro en este mes de diciembre,
como si el esperar otro amanecer,
me devolviera imperturbable
tu vivir.