Antes de contar la segunda oveja de la fría noche,
Mil kilos, de pesada quimera, aplastaron mi sueño.
Ella, entró, en mis pensamientos, para socorrerme.
Y todo fue alegría, me arrullaba, y yo, fui su dueño.
Ella, estirando sus brazos, al exterior de mis oídos,
Instaló un aviso de; ¡POR FAVOR NO MOLESTAR!
Y al amanecer, fue mi primer día de este nuevo Año.