El hombre presintio la muerte a sus espaldas.
Con un gesto de indiferencia. Se calzo el fusil la mochila y el asma.
En la mochila su diario y un libro de Neruda. No quiso que hubiera dudas de quien era o de quien fue.
La muerte leyó fácil la partida. Hasta que encontró esos oscuros y brillantes ojos que le ardían.
De los labios a los pezones, de los pezones a los pies.
La muerte se recostó en el lecho exausta. La muerte esa pobre mujer sin alma.
El se multiplico en pancartas. Desfiló mayo por París, por Nicaragua
Se volvió semilla, grito de rebeldía, ilusión e utopía. Sensación de lucha y raza.....