El instrumento de la lira vale por cincuenta vacas,
y transforma en armonía el pellejo
de los animales muertos.
—extraído de entre las historias de Apolo y Hermes—
¿Por qué tan valioso
era este instrumento?
¿Qué es más valioso:
el alma o el cuerpo?
La lira es alegría,
es pábulo al alma,
es olvidar por momentos
la pesada ruleta del azar.
La vaca es materia,
alimento para el músculo,
fuerza para labrar campos,
para empujar el arado
—todo sinónimo
de sufrimiento, de muerte—
La lira es vida ¿Estamos aquí
para trabajar o para gozar?
La vaca es tedio ¿Cómo se huye
del tedio?¿Es lícito hacer un viaje
cada vez que sentimos tedio?
¿Se resuelve el tedio huyendo
del tedio o mirándole a los ojos?
La lira es música, soy música,
eres música, somos... mi mente
es música ¿Una vida sin música...?
(A medida que bajo con el cursor voy entendiendo mejor que Apolo ofreciera a Hermes cincuenta vacas por una lira).
—Mientras escribo estas reflexiones me estoy comiendo un plato de garbanzos. ¿Quizás así esté huyendo ahora del tedio que me produce hablar del tedio?¿Será verdad esa máxima unamuniana de que viajar es una manera de huir? Estoy terminando el potaje...
¡Qué más escribo! —tengo ganas de seguir escribiendo, pero ¿de qué?, del tedio no.
Otro día.