Es domingo en la mañana y despierta el sol radiante
hay una cita en el aire que solo conoce el alma
sobre las calles en calma, su paso firme y calmado
corazón enamorado de la vida y la esperanza…
La brisa del mar le alcanza, calidez, salitre, luz;
intenso beso que azul se posa sobre su cara,
a la vuelta de la esquina se levanta el mercadillo
con sus toldos de colores y sus pregones sencillos…
Amalgama de sabores, aromas que se acrecientan
y la algarabía intensa de supuestos compradores
sus ojos conocedores de puesto en puesto danzando,
y por sus manos expertas el tiempo va desfilando…
Pasa la media mañana y ya tiene en su poder
todo lo que vino a ver, cuando presiente un llamado
a unos pasos, apartado un puesto de plantas varias
se acerca muy concentrando, su intuición no le engañaba…
Tras una densa maraña de plantas esplendorosas
dos rosales olvidados, porque no eran tan hermosas
sin dudar, al vendedor, le pidió; quiero las dos;
está seguro señor; mire que no están muy buenas…
Pudo sentir en su carne el dolor de pena ajena
no todos ven más allá del exterior, Piel adentro;
la soledad o el amor, la timidez, el tormento
y una sola decisión cambia el rumbo en un momento…
Toma los rosales mustios, y al contacto con sus manos
siente que no ha sido en vano, que por vivir queda mucho
cuesta arriba, bajo el sol vibrante del medio día
va invadiendo la alegría en pleno su corazón.
Perlas de fino cristal se deslizan por su frente
ha sido el camino ardiente hasta llegar al hogar
tras un breve descansar, encuentra el lugar mejor
donde paciencia y amor, harán su esfuerzo brillar.
Es hombre de manos rudas, de trabajo, de pasión
de ternura e ilusión, de sueños y fantasías
hay mucha magia rendida, en el encuentro casual
del poeta y el rosal que perfumara su vida.
1/3/22