Absorto en el bochorno, Producto del calor sofocante de la camaleónica Buenos Aires.
Observando desde mi balcón su caótica cotidianidad, ¡caigo en la cuenta de que estaba equivocado! No estoy viejo, no estoy vencido, y mucho menos derrotado.
Creí que estaba en el ocaso de mi juventud, en el alba de mi madurez.
Pero… cuan errado estaba.
Apareció ella con su brillo natural, con un toque divino, una mirada tierna y una sonrisa angelical.
Me hizo sentir más joven, me hizo sentir vivo, me hizo sentir que se puede volver a creer, me hizo sentir que se puede volver a querer.