¿ Por qué así suenan en algunos seres
mis barrocos versos, nativos como ecos
desde la añeja cerámica dispensadora,
epitafio de ánfora, el más verborrágico?
¿Por qué se les acusa de tan huraños,
navegantes de un ácido fluir hemorrágico
sin verles, incitadora, su fértil roja sangre ,
acaso sólo zigzagueante caudal proceloso?
Es cierto sí que sus alternantes metáforas
no se eyectaron balanceando sagrados totems,
consagrados con laicos tintineos argentinos,
célibes críticos de sermones en Jueves Santo.
Ahí están, versos que aguardan mínimas indulgencias
a la aparente rispidez de vanas y agrias estulticias
formato de musicalidad que nos da generoso el oído,
tímpano, huesecillo yunque y un martillo con diapasón.
Tomad sabores de temáticas diversas y enciclopédicas
sin prejuicios ni códigos en atenta presunción de inocencia
y no caer en los lugares comunes de calcadas impericias,
desenredo de enigmas, dulce tañir que versifica nuevas claridades.