Apenas la mañana despuntaba
me alejé para nunca más volver,
pues un tenaz recuerdo del ayer
mi inquieto pensamiento torturaba.
Aunque a sabiendas que ya no te amaba
a punto estuve de retroceder;
mas era inevitable enfurecer
pues un hacha mi mente machacaba.
Roto estaba el cristal de nuestro amor,
que fue frágil cual gota de rocío
cuando súbita cae de la flor.
Si bien llevo en el alma hondo vacío,
buscaré acostumbrarme a ese dolor
... y a mi pena; que se la lleve el río.
Jorge Horacio Richino
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