Recuerdo las arboledas a ambos lados del camino
meciéndose altivas con el viento,
a orillas del silencio.
Tu mano en mi mano, tu pecho en mi pecho,
comenzaban a fluir los sueños
como fluye la brisa en su libertad,
pura y serena, armoniosa y caprichosa.
Ardía la respiración sobre el lecho de hojas secas
ardía la transparencia de tu amor y el mío,
bajo las luces del sol y las quimeras.
Recuerdo el pisar de nuestras huellas bajo las estrellas,
aquel cielo otoñal y el primer yo te quiero
bordando el brillo de su esencia en tu mirada,
besando los labios los suspiros
nacía sublime y cándida la mañana.
Recuerdo el ir y venir de tus manos en mi cuerpo
el sentir extremo de cada caricia, de cada verso,
la pasión viva de un amor verdadero,
la pasión verdadera de un amor eterno.
Recuerdo las tiernas y amorosas palabras
abriéndose caminos por las inmensas colinas del alma,
tu mano en mi mano y el rubor de mis mejillas
en la sensualidad y en lo frágil de cada instante.
Recuerdo la sensibilidad y la ternura de los abrazos al amanecer,
tu cuerpo y el mío…, y un solo latido.
Recuerdo tu sonrisa,
el fuerte galopar de nuestros corazones
y ese loca manía de amarrar el tiempo y hacerlo lento…
Y hacerlo recuerdo.
Recuerdo,
y el pensamiento más hermoso se aloja tembloroso
en el profundo latir de este sentimiento
que grita apasionado por este amor que crece y se hace fuerte,
este amor que a pesar del tiempo perdura
a pesar de las guerras pasadas, de las batallas rendidas,
de tu mano en mi mano
de tu pecho en mi pecho
y de la gloria de tus besos,
y es que a pesar de las dudas, los celos y los tormentos,
hoy estás aquí, hoy estoy en ti.
Y no hay más.
No hay más.
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Mo Anam Cara