Mi niña tiene un vago secreto de ternura,
algo de gentileza humilde y amable,
una dulzura sencilla se despierta con ella
que hace despertar mi alma del paisaje.
Es un verso dulce que recibe mis ojos
es un mito primitivo cuando la veo,
y el contacto de sus ojos y los míos
hacen brillar los míos como un lucero.
Es una flor prohibida, de mis bellas flores
y me unge su santo espíritu como del padre,
la que derrama vida sobre mis sentimientos
la que me hace suspirar de lo que no se sabe.
Y son mis ojos del infinito amor que miran
el fatal sentimiento de haber nacido tarde,
una ilusión, como una estrella imposible
difícil de alcanzar, en el dolor de la carne.
Son poemas de amor, sus ojos que meditan
ojos de fuentes claras, aguas de manantiales,
que descienden lentamente sobre los míos
dando dulzura a mis poemas fascinantes.