Has venido a verme -ahora que estoy listo-
Has venido en forma de ave, con el corazón azul,
ahora que mis ojos son faroles
sin luz sobre la hierba.
Me has pedido que te prepare el estofado
de cordero y esa crema de huancaína
que disfrutábamos con los ojos y la boca limpia
-y lo hice desde muy temprano- como allá
en los buenos tiempos.
Y la mesa se ha quedado larga ahora,
como un desierto donde todas las cosas
se hacen extrañas;
¡Los platos son ataúdes perdidos para siempre…!
Como vibraba la lámpara bajo tus ojos
-todas las tardes que llegabas-
El aire, que también venía, se mecía a la sombra
de tu cuerpo…
Entonces, nos unía la línea del tiempo,
y el deseo azul de la luz brutal
de tus pupilas.
No te conoce nadie ahora.
Solo escucho al silencio, al fiero viento
que reluce como pez enfurecido bajo el agua
de la luna, esta noche
en que los ángeles negros dormitan
bajo la luz de tus ojos infinitos.
No te conoce nadie ahora.
¡Solo te conoce mi corazón…!