Mallez

No me pida usted

No diga que esté sosiego y en santa paz.

No trate que la olvide y no la recuerde más.

Impositivo sea el pensamiento que como un atavío

la envuelva en mi memoria y sea, por usted, sólo mío.

 

No puedo, y por más que el olvido sea oportuno

ante sus inquietas pretensiones en turno,

debo manifestarle que aunque halle resistencia

caballerosamente hallará usted toda mi insistencia.

 

Escuche usted mi ruego, señora de mi inspiración.

Escuche usted, como piadoso lo hace Dios.

Callarme no hace que en el silencio yo la olvide

como tampoco en la lejanía que nos divide. 

 

Ya sabe usted que yo, sin más afán, la quiero.

Que como sublime se musita el ruego

y entregada es el alma en suplicante oración

así le confieso yo a usted mi amor.