Por ahora caminaré por todos los caminos
de la vida, menos por el camino de la muerte,
aunque la primavera brille, aunque el verano
queme y el otoño con sus colores marrones
nos premie, nadie quiere recorrerlo salvo el
crepúsculo y el blanco crisantemo.
Sé que un día en el jardín de mis cenizas
grises nacerá una Rosa roja y en cada pétalo
de esa Rosa estará escrito mi nombre.
Después de atravesar ciudades de cemento
y pescar peces de plástico en un pantano de
cañas y barro, ya tengo en mis manos dos
flores, en la mano izquierda la flor del ciruelo
y en la mano derecha la bella flor del cerezo.
Hasta que el fatídico día llegue, aunque haga
un fuerte viento, no me quitaré mi sombrero,
miraré al cielo y jugaré con tu anillo entre mis
dedos.
En mi cuerpo viejo y decadente que fue un
día fuerte y bello todavía inexplicablemente,
en el corren ríos de sangre muy ardiente por
los canales de las arterias, con la fuerza de
mis latidos uno a uno.
Tiempo habrá para el sueño infinito, aunque
nunca entenderé a los suicidas que prefieren
el frío eterno, quizás lo hagan para hacer daño
a quien los quiere, pues han perdido el Oremus.
Mientras viviré en el desenfreno amando cada
amanecer como si fuera el primero, viviendo
cada hora con alegría, agradeciendo cada
minuto disfrutando el instante, respirando el
aroma de tu piel, saboreando tus labios con
sabor a miel de romero y mirándome en el espejo
de tus ojos donde asoman amor ternura y deseo.
Mael Lorens
Reservado el derecho
de Autor 05/01/2022