VITRALES DEL ALMA

MI DIARIO: RECOLECTORA DE LEÑA

 

 

Les hablo de mi vida, que es amor, magia  y locura. Del  cielo y las  estrellas, del orbe, de la sangre que en mis venas fluye,  y de  la sed del  socavón del alma mía.

 

 

 

 

Son las hojas del  tiempo que quiebran la piel y templan el alma. Son las horas que de soslayo cuentan historias

 

 

Un leve escalofrío se agudizaba en el estómago cada vez que oía su voz. Cada fibra del alma  mermaba orillando  su autoestima  a la  nada. Era como  una muerte lenta, como una agonía sin retorno.

 

 

Sentía en lo profundo de su ser, a sus escasos diez años, que no era justo. Le bastaba y sobraba con las penurias de la escuela. Los padres no eran pobres, nunca lo fueron. No obstante, bajo la tutela de la madre, se sentía condenada. Invadió la esfera del orbe la tecnología, y ella, cómoda en la época de las cavernas, enfurecía su ser tal  pasividad. Ese aceptar permanente de la pobreza material, hacía temblar su cuerpo y languidecer su espíritu. Impotencia que aún carga al hombro, como aquel bulto de leña que, bajo el ardiente sol,  laceró por largo tiempo su existencia.

 

 

No era vergonzoso, pero sentía la burla permanente de las chicas de su edad. Aunque en el fondo, este calvario acrisoló y  ensanchó su alma.

 

A medida que avanzaba con el bulto de leña a la espalda,  iba tejiendo uno a uno,  los eslabones de su grandeza.

 

 

Y algún día, mis ojos no languidecerán de tristeza

Ni mi alma de decepción eterna.

 

Y algún día no bajaré la mirada

Y tendré tanto,  que de mis manos brotarán  rosas

Rosas de amor y esperanza

 

 

 

 

El viento soplaba intenso, y las piedras del sendero ajando la tierra bajo sus  pies. Un sabor agridulce marco y para siempre,  el paladar de su destino.   

 

Cual arandela misteriosa, los años pasan dibujando sus huellas en el aire, en el alma. Y ahora, se le mira extraña, taciturna; el verde cristalino de su mirada se hace esquivo y el carmesí de su boca para todos no florece.

 

El ardiente sol que un día quemó sus mejillas, encendió al unísono la chispa de fuego que agitó su cuerpo y alumbró él caminó.

 

Y pensar que fue como hoja al viento

Como débil cuerpo

Como instante muerto

 

 

 

 

Imagen: Obra del pintor vienés, Johann  Matthias Ranftl(1850-1854) Jóvenes recolectores de matorrales.

LuzMarinaMéndezCarrillo / 05012022/ Derechos de autor reservados.

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