Noche turbia sin cordura
que recuerdo en nebulosas
de una amnesia fraudulenta
marginada en mi memoria.
En un antro clandestino,
una auténtica mazmorra,
de una extrema sordidez
colindante con la costa.
Hoy la bruma que en mis ojos
oscurece la deshonra,
mortifica la presencia
de esa ciénaga viciosa.
En la barra, taciturna,
preparándonos las copas,
la alcahueta repintada
sugería que una alcoba
acogiese los deseos
que expresaban nuestras bocas,
y entre rones y calores,
que perdiéramos las formas.
No llegamos a la cama
por sus ansias lujuriosas,
y en un baño, sin un beso,
se fraguaba la encerrona.
Componenda sin contrato
de caricias por limosnas,
para el cuerpo un frenesí,
para el alma una derrota.
Ese estigma del vacío
se exacerba con la aurora,
en la histriónica alianza
con aquella chica anónima.