Desde su isla mira pasar,
ladrones de cuello blanco,
prisa y naríz de saco y zanco,
confiando la suerte comprar.
Naufraga en mundo desierto,
la espalda en carga de azar,
desamparado en un mar,
batiendo oleados desaciertos.
Una cruzada letal,
de lagartijas suicidas,
corre a los pies su paso fatal,
y enajenado deja pasar la vida,
clavándole clavos a sus manos,
que buscan a ciegas la salida.