Pedí ayuda a los mortales, pero enumeraron, mil disculpas.
Cargando cruces de icopor, creyeron cubrir, cualquier culpa.
Como si fueran blasfemados. Indolentes, mudaron la mirada.
Para no ser molestados, pasaron muy de largo, como si nada.
Suplique auxilio a Dios, y su gran oído me cubrió.
Escuchó mi súplica, y como mi amigo, me sirvió.
Resolviendo, mi inaplazable y vitalísima, necesidad.
Doy gracias a Dios, por librarme, de febril, calamidad.
Recibí degustaciones, nutritivas del esposo.
Indescriptibles sabores, muy esplendorosos,
Suculentos manjares, que saciaron mi reposo.
El Señor, mi Dios, siempre me alimenta, antes.
Ni siquiera, la ávida noche, devorará mis carnes.
Con su gran corazón. Su ovejita ya no cojeará.
La fría sombra derramada, ya no la mojará.