Culpa fue de ese viento traicionero
que de pronto elevó tu corta falda;
se elevó hasta la base de tu espalda
y dejó al descubierto el mundo entero.
Iba yo, caminando en el sendero,
observando la mar verde esmeralda
pero al ver la traviesa minifalda
se nubló mi razón y casi muero.
Y por tanto embeleso de ese vuelo
que confunde de sueños la mañana,
que también me elevé buscando el cielo.
Y es que al ver tu belleza tan cercana,
mi piel vieja, ya fría como el hielo,
convirtiose en viril, tersa y lozana.
Claudio Batisti