Tal vez la rutina se cuela por cada hora,
resguarda tu salud, te acoge la tristeza,
y los seres que amàs se esconden detrás
de sus propios hábitos o vicios, trampas,
acuñadas por esta sensación precaria:
la felicidad de las cosas sueltas, individuales,
oriundas de lo que ahueca la distancia.
No sè si transgredir nos haga inmortales,
o tal vez volemos hacia esa pausa inprecavida,
que tejen las palabras con un hilo de pasión.
No sè a dónde buscar a la felicidad,
me ciega
el desconcierto de otra pandemia màs,
la guerra de unos pocos tan invisible y atroz...
Quien conoce la evidencia sabe que los venenitos
inoculados por los perversos salpican a largo plazo,
la adversidad, el miedo solapado, la lucha reprimida,
el arroz con plástico que comen algunos orientales,
los recursos robados por pocas manos, los dirigentes del no me acuerdo, gitano mio.