Cuando el deseo juega al escondite
hay que dejarle jugar a su manera,
dejar que esconda sus zarpitas blancas
que ronronee como gatita en celo,
que se camufle entre las almohadas,
cosquillearle con cariño el lomo.
Hay que abrazarle, darle confianza
y no asustarle con gritos y amenazas
darle mimitos, dejar que se despierte
que abra los ojos y encienda tu mirada,
maúlle, retoce regruña y ronronee,
arquee el lomo y se enrosque en tu cama.
Pero no te confíes, tente en guardia
que la fiera desgarrará tu espalda
hará sangrar tus labios con sus dientes
devorará tu cuerpo a dentelladas
y cuando exhausto y vencido te derrumbes
escapará a retozar en otras camas