Ella era una guitarra, de esa forma de cuerpo
y esas notas del alma.
Él no supo tocarla, que vibrara al llevarla
a alcanzar entre acordes su mejor melodía.
Eso él no lo sabía.
Ella era mármol puro de la mejor cantera;
él nunca fue escultor,
y jamás entendió ni buscó la manera
de lograr que sus manos cincelaran su cuerpo.
Y el mármol siguió yerto.
Ella era una hoja en blanco del papiro más fino.
Él no sabía escribir,
ser un hombre letrado nunca fue su destino .
Y se quedó el papiro
sin que alguna grafía le arrancara un suspiro.
Ella era el mejor vino, de cosecha excelente,
de sabor exquisito, para gusto exigente.
El no solía beber.
Y ese vino preciado terminó derramado
por dejarlo correr.
Ella era una madonna de belleza de hada
de alas de querubines, como nívea paloma.
El jamás creyó en nada.
Y esa cara de ángel se esfumó entre la bruma
por la lluvia empapada.
Ella ahora se ha ido;
se escapó alguna noche entre el miedo y la duda.
Ha desaparecido.
Él la busca, no entiende; la verdad es tan cruda,
le dejó malherido.
Ella sigue presente
en su absurdo inconsciente, en su vida desierta.
Él no puede olvidarla.
Sale, loco, a buscarla sin que nadie lo advierta.
Sigue viva en su mente
…a pesar de estar muerta.