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**~Novela Corta - El Norte de su Cuerpo - Parte I~**

La niña Diana, comienza sus clases los sábados a las 10:00 de la mañana y son clases de ballet. Ella acude muy religiosamente y sin faltar a sus clases de ballet, siendo la bailarina más diestra del tiempo y entre todas las demás niñas. Posee los ojos más bellos del mundo, son unos ojos azules que miran y que observan todo. Porque era una niña ostentosa, y no tan insípida ni tan lerda, tenía un poco de inteligencia, la cual, se siente como el pasaje de ver el cielo de azul como sus eternos ojazos azules. Sí, era una niña rubia y sus cabellos era tan largos como una hermosa cascada, y, la niña se aferra a ser como el deseo y más como inerte de los tiempos con sus ojos más azules y de todos los tiempos. Cuando, de repente, se siente como el silencio en el norte de su cuerpo, buscando una alternativa de supervivencia entre esos ojazos azules que Dios le regaló genéticamente. Y no es todo, sino que sus cabellos largos son una maravilla de niña, y más que eso es una bella y una hermosa bailarina de ballet. La niña que con su tutú se vé hermosamente radiante. Y sintiendo el suave y delicado sentido recorre el salón de ballet con su tutú muy puestos sobre sus delicados muslos y en las caderas y con una gran e inmensa soltura lo lleva con delicadeza. Cuando en el alborada no se calma ni un deseo nuevo llevando el deseo hacia la misma cadencia de bailar con el tutú. Diana, la niña de ojos azules, llevando el aire con su tutú bien puesto, se desafió al ballet con ella, con la niña más bella del mundo. Es el norte de su cuerpo, lo que lleva en su rostro y son sus ojazos azules, cálidos y tan hondos como el mismo mar prohibido. Cuando, de repente, se vió inalterada, y tan fría como el mismo invierno frío cuando su edad le amerita alarde en ser una niña prodigiosa y como toda una diosa también en el arte del ballet. Si Diana tiene una presentación en ballet en que ella es la protagonista del “show”. Y Diana se siente como una fiesta sin cumplir años todavía, pues, su rumbo llega sin que todavía se sienta como una niña muy prodigiosa en el arte del ballet. Cuando en el alma de Diana, se vió fríamente débil y como un dolor mal inconsecuente por temor a dar una falsa danza de ballet. Y queriendo enfriar el pavor y el temor hacia su propios nervios se vió Diana débilmente álgida y gélidamente como con un estómago muy revuelto y mareos, pero, ni así se vió tan mal como para dejar el ballet en esa hora en salir a realizar su danza de ballet. Porque cuando Diana se siente como el cielo majestuoso, radiante e irradiando bellezas, si así es Diana, la bailarina de ballet la niña con el norte de su cuerpo sí eran sus ojazos ese norte en que la brújula con sus manecillas cae siempre. Si en el aire se siente como órbita lunar atrapando todo lo que pueda observar con sus ojazos desde el norte de su cuerpo. Como si fuera una ilusión nefasta y tan fría como los nervios de su insistencia en hacer caer el antaño y ermitaño cielo en su ojazos de cielo y de un mar bravío en que la mala situación se decide en que el más de los instantes se cuece como el más de los malos y pormenores desafíos de creer en su alma un mal instante cuando baila la danza de ballet, Diana, la que irradia belleza y más que eso juventud de niña y tan hermosa. Cuando el rumbo de sus ojazos se deleita en saber que sus ojazos azules como el lago o como el mar o como el mismo cielo, se siente Diana como el reflejo del sol, en que casi, se siente como abrir el cielo con una sola mirada en que se siente ella como salir de ese embargo y de ese clandestinaje suburbio de un sólo corazón en que se siente como principio y de un final sin precedente cuando en su manera de creer y de ver y de sentir más a su alma desierta de creer en el embate en dar el silencio de ver con esos ojazos de cielo una verdad de que su danza de ballet era la más bella de todas las primaveras. Porque cuando en el alma de Diana se siente como el instinto en que se torna la vida de un sólo pasaje en querer volver hacia el más bello pasado en creer en que su insistencia se debe a que el deleite en dar con el silencio de su alma se sintió como el suave murmullo en que hace el final desenlace de su corta existencia. Diluyendo el frío de su alma y destruyendo al combate de dar en el silencio autónomo de creer en el norte de su cuerpo como su norte más frío y más insistente. Y en dar como el mismo instante en que se cuece el alma de un primor en cada debate, en dar como el mismo cielo en sus ojazos de mar. Y Diana, sí era ella, la magia de una verdad, la sonrisa de la vida y la hermosura hecha piel y carne y deseos de la vida en tener éxito. La niña más bella de la vida y con ese norte de su cuerpo, o sea, sus ojazos de luz y de tierna desesperación y en la alborada de un sólo día, se vió felizmente atraída por la fuerza y por el tiempo y por la vida misma en que se cuece el alma de deseos nuevos como poder saber del imperio que le falta por reinar la danza de ballet. Cuando su alma irrumpe en delirios sosegados de ternura y de impoluta verdad de una certeza en el alma desierta de temores inciertos en saber que su mundo era el de la danza de ballet. Cuando en el embate de la verdad se sintió suavemente y tan delirante en saber de su acometido de bruces caídas en saber que su mundo se vé y con sus ojazos de luz y de cielo y de un mar perdido, cuando en el alma quedó como el primer  desenlace frío y de percibir el alma desértica de creer en el ámbito terrestre su forma de dar con el suburbio de creer en el desenlace final de dar con la certeza una sola verdad mortífera y tan letal como el principio en dar con la forma más efímera de creer en el final de su corta existencia. Cuando ocurre el desafío de creer en el imperio sosegado de dar con la verdad una sola creencia en el alma y tan álgida como el cielo mismo y como sus ojazos de bravío mar y tan hondo como la misma verdad. Cuando en el alma se siente como el delirio frío de sentir en el alma una sola mala situación en saber de su acometido frío y en saber que sus fuerzas eran sus ojazos de cielo y de mar atrevido y terriblemente del color azul. Y sí eran esos ojazos azules, los más fríos y los más indelebles de la vida misma. Porque cuando en el pecado dulce de su mirar no existe, y todo porque era sólo una niña de la danza del ballet folclórico de la vida misma. 

Y Diana y tan fría haciendo ademanes tan gélidos y tan fríos como haber conseguido en el arte de ballet una euforia muy gozosa de la vida misma y con una eterna vocación en caer en el derredor de la mala situación en que casi se le advierte de que morirá. Cuando en el alma se vió fríamente indeleble como una forma de atraer el comienzo de haber entregado alma y cuerpo y más el norte de su cuerpo en esa danza del ballet clásico de la vida misma. Porque cuando en el alma se edificó la forma más vil de atraer el instante de dar con la magia de ver el silencio en tutú de ballet folclórico de un sólo evento trascendental. Como la forma más vil y tan hábil como el desafío inerte y fugaz como en el mundo un sólo cometa de luz. Porque cuando en el desierto frío e intrascendente de cometer el más frío de los instantes se vé y se siente como el más delirante y latente frío, pero, en los propios ojazos del norte de su cuerpo en Diana. Y Diana como una niña feliz e indeleble de atraer el silencio atroz en saber que su insistencia fría e inestable se aferró al deseo vivo de sentir el frío dentro del aire sosegado de dar con la única verdad de saber que el destino es inerte y frío como la misma esencia de creer en ser una niña muy feliz y en saber de su acometido frío e inestable en saber de su ternura fría, pero, sabiendo de que la fuerza es inerte. Cuando en el alma se aferró al triste ademán tan gélido como el haber sido fríamente el delirio latente de creer que en el alma es fuerza voraz y de una sola niña que danza el ballet clásico. Cuando en el instante se cuece como en el alma un sólo delirio ineficaz, pero, muy tormentoso e impetuoso. Cuando arde el solo inicio en dar lo más suave de la vida y de la esencia fría como el haber sido caudalosa en discernir entre el bien y el mal, de creer en el alma una sola verdad en que casi se atormenta el alma en un sólo desafío en que se considere y se concierne en la única verdad de creer en su camino oscuro y de real decadencia en atraer el mal delirio de creer en el alma a cuestas de la efímera realidad, pero, tan inocua en el alma desastrosa, y tan mal inconsecuente de atraer el mal incurable de dar con el silbido un sólo silencio y tan atroz como la misma verdad. Cuando, de repente, de su clase de ballet la niña se despide de su profesora y se marcha hacia su hogar. Cuando, de pronto, se siente como la misma mariposa que siendo oruga, y se convirtió en mariposa, vuela Diana tan lejos como la vez primera en que se matriculó en esa clase de ballet. Y su amiga más fiel como la niña también muy hermosa se marcha también, pero, de su clase de violín. Cuando a la salida de las clases se reencuentran ambas por ser tan bellas las dos. 

Si llega la noche clandestina y tan efímera como poder ser eficaz como lo clandestino de una sola entrega se dió lo más conceptual de un sólo todo. Cuando llega la noche fría sintiendo el desafío inerte y tan frío como el mismo soplo de la vida misma en que se siente como el deseo o como el mismo imperio desolado e inerte como el mismo silbido de su propia alma. Si entre el norte de su cuerpo y que eran sus ojazos azules y más bellos del mundo se edificó su forma más real de saber que su instinto se siente como el mismo imperio sosegado de su pobre alma. Y ella mira y observa, cree y siente, oye y mira, y sigue mirando a su alrededor como si fuera un mismo desierto y tan frío como el mismo mar perdido en que se mira y se observa desde muy adentro de sus ojazos y de su propia alma tan sosegada. Cuando en la desolación tan pura e inocente de todo se vió fríamente desolada y más que eso pensativa y mal inconsecuente de dar con el alma a solas una sola verdad en que casi se pierde el instante en que se da el mal de la pura imaginación y del numen inventivo de crear en el alma una sola verdad. Cuando se dió lo más delicioso de la vida creer en que está en una verbena y se dedicó en cada noche creer en una sola ilusión, cuando logró llegar a la danza de ballet, se dió lo más clandestino de creer en su propia alma, una verdad tan real, pero, tan desierta y en solitaria reacción una sola atracción en saber de su deseo inocuo. Cuando en el alma de Diana se vió desafiante y desafiando al inerte mundo, y cuando se vió fría y tan clandestina, suave y tan delicada, pero, áspero su cuerpo y el norte de su cuerpo frío y tan álgido como el mismo hielo. Y electrizando su forma en caducar lo más inerte de un sólo todo mirando y observando todo desde una seriedad del alma y de una sola perspectiva de vida. Cuando en el sentido y en más de lo imposible de lo supuesto y opuesto de todo se vió inalterada e inestable y siendo más fría en sus articulaciones de manos y cuerpo y torso, se vió tan álgida como el mismo invierno que siempre ocurre en Brooklyn. Cuando su pasado tormento de vida y de un sentido opuesto se vió marcando el frío invernal que ocurre allí desde que el invierno llegó y quedó como para siempre, desde que el instante se tornó como sintiendo el desafío de creer en el alma viva, pero, tan mal como buscar en el alma una mala osadía de creer en el imperio desafiando el desastre de un mal trascendental. Y Diana se vió gélida y fría como el mismo hielo en que se pasea y se desliza su vida, desde que su cuerpo quedó como el norte de su cuerpo con sus ojazos azules perdidos en el mismo cielo o en el mismo mar perdido. Y se vió casi desfallecer, pero, el triunfo y el ocaso de ese día se edificó como el mismo imperio sosegado de un sólo tormento cuando su manera de creer en el alma perdida se vió fría y decidida en poder amar lo que más pasó en su camino. Cuando, de repente, Diana se siente como el desafío frío e inerte como el mismo hielo de sentir el delirio frío automatizando a la espera y tan inesperada de dar con el silencio en una sola noche fría y en la amarga soledad. 



Continuación………………………………………………………………………………………