No siempre la distancia más corta
entre dos corazones es la línea recta.
Tuviste que irte, y lo entiendo.
Tu profesión es exigente, te llama
allá donde las sirenas tiemblan,
donde el valor de una vida está tasado
y se cumple condena, como yo.
Lo sé y lo entiendo, aquí siempre estaré
cual centinela de un cuartel que no deja de darlo.
No te tengo cerca pero con el guasa
a falta de pan buenas son tortas, al menos
puedo oírte con esos vídeos tan tuyos, soplo de aire
fresco de mañana, tarde y noche, algo es algo.
Te echo de menos porque necesito tentarte.
No solo tus palabras valen para calmar mi sed,
necesito su fuente primordial, beber hasta reventar
de la cerveza que te brota desde tu ingle.
Sí, lo entiendo, tuviste que irte.
Son ya seis meses que a la postre seis años
son, de largos, de tortuosos, recoveco tras recoveco,
preso tras preso, sentencia tras sentencia, un viacrucis...
Esta noche comienzo a inaugurar un nuevo ritual
de sueño; antes de acostarme, lavarme los dientes, beber
y todo eso, voy a dignarme a trazar una recta —Euclides
algún día me dedicará un guiño— entre tu corazón y el mío
y voy a señalar unos segmentos, de igual distancia cada uno,
y dentro de ellos voy a colocar la foto de cuando nos conocimos.
Sí, eso voy a hacer a partir de ahora...
¿Cuándo vuelves aunque sea de vacaciones? Ya estoy cortando
una tras otra las hojas del calendario.