Me iré apagando,
así como la juventud se apaga
con el paso inexorable
de los años.
Cómo se apagan las luces
a medida que el día
va avanzando.
Me apagarë entre silencios
quizá entre penas y quebrantos,
en la soledad de la noche
cuando no hay nadie
que escuche llantos,
cuando un café y un cigarrillo
son los amigos del espanto.
Me iré apagando entre las sombras
con un recuerdo entre la manos
con la lluvia de añil cayendo,
con los sueños de abril cantando,
con un poema de Neruda,
aquél que recité tanto.
Me iré alejando en el camino,
cómo del puerto se aleja el barco,
quizá en busca de otras bahías,
del destino tan ansiado,
o quizá a mí zozobra,
la que tanto he esquivado.
Me iré sin que te des cuenta,
con el viento, viejo helado;
será tan imperceptible
cómo el sol en día nublado.
Y cuando llegue el otoño,
el hogar se habrá apagado,
y extinguido ese fuego
que en mis brazos encontraste
y el refugio que te dí,
sea solo un lugar helado;
habrás de decir mí nombre;
ahí sabrás,
que me he marchado.
-. PaR
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09012022