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**~Novela Corta - El Norte de su Cuerpo - Parte II~**

Y Diana imaginó muchas cosas en la vida misma con avidez y con sustracción de vida. Primeramente, es una niña, segundo su fuerte es el ballet, tercero que las articulaciones de cuerpo como torso, manos y pies, y su cuerpo en general se está acostumbrando al ballet, cuarto que sus sueños son muy cortos, o sea, a corto plazo, y quinto que su imaginación es muy corta para esa edad. Y por eso es que la niña en su habitación imagina cosas trascendentales de imaginar cosas bonitas para poder sobrevivir con el dolor y con los calambres en los pies para convertirse en una bella bailarina de ballet. Porque cuando en el alma de Diana se siente apaciguada, en calma y en sosiego, y tan desolada como estar en la eterna soledad de creer en el alma a cuestas de la pobre razón de la niña, aunque sí era muy rica, pero, lo que sucede es que Diana no sabe cómo expresar sus más puros sentimientos de vida y de esperanza en la que conlleva a ser una niña muy precavida, muy certera, y muy audaz desde seleccionar lo mejor en su vida y en cada paso de la vida. Y la niña Diana sólo sabía una cosa de que sus pies están sintiendo un calambre insoportable, ella yá lo sabía quería dejar el ballet, y que sus sueños se vieran truncados y quebrados y sin poder realizar, pues, se dijo no. Un no rotundo, un no en soledad, sintiendo solo el dolor y callando el dolor, de los ejercicios en ballet, y de sus articulaciones que están cambiando para bien, para un total bien en su vida y tan corta existencia correr el riesgo y ser alguien en ésta vida en la danza del ballet. Y como toda niña quiso hacer un dibujo en su libreta de dibujos, y comenzó a dibujar unas bellas puntas, que son unas lindas zapatillas de ballet, y también dibujó una bella bailarina la cual, la dibujó así…

Era idéntica a ella, a Diana, con su tutú, con sus zapatillas, y con un vestido hermoso que le hacía ver naturalmente bella y tan hermosa como siempre, pero, lo único que su cabellera por indumentaria del ballet su cabello vá muy recogido. Y sus ojos, el norte de su cuerpo, era demasiada bella como para poder dibujar a sus propios ojos y decide dejar los ojos en color negro, como el dibujo lo amerita. Porque cuando en el reflejo del sol, se vió automatizando la espera y tan inesperada de creer en el evento y en el “show” en que ella Diana es la protagonista, si se dedicó en cuerpo y alma y más con el norte de su cuerpo, los cuales, eran metafóricamente sus ojos. Era otro día, en el cual, se debate la espera en salir a escena y a escenario, cuando en el alma se aferró al desperfecto mecánico y tan honesto de su propio corazón, cuando de pronto, su corazón sintió los celos de su propia alma cuando se dió lo más funesto de un sólo desastre, en el cual, se siente como el suave delirio en creer en el ocaso frío y trascendental de un todo. Y ese evento donde Diana es la protagonista del “show”, cuando en el alma de Diana, se vió como el deseo o como el más del vil y tan hábil de los ocasos vivos si se fue y llegó la noche fría, densa, y muy álgida, cuando su presentación en la danza folclórica del ballet, le fue y muy bien. Y dejando entre sus nervios los más efímeros recuerdos de un pasado que yá pasó y de un dolor de cabeza cuando su “show”, sólo pretendía en ser tan real como el mismo sabor de vida, cuando en el alma se dedicó en hacer fuerte como el deseo vivo, y como el trance de la verdad perfecta y dolorosa, pero, muy certera. Si, cuando en el deseo se vé imperfecto, defectuoso   e inerte, y muy trascendental. Como si fuera como un fuego dentro de su propia alma debate una forma real de sentir el delirio frío y majestuoso de creer en ese frío álgido, en poder saber que dentro de su propia alma se fue como de costumbre hacia el mismo final desenlace de su corta existencia. Y de creer en el convite autónomo de dar con el silencio una sola verdad, autónoma de dar con el silencio favoreciendo a su verdad de que yá cumplía años, la niña más hermosa del mundo y del clásico ballet. Y vió en su habitación el dibujo de la bailarina, la que en el silencio se edificó la forma de creer en su paz, y en su forma más cruel de sentir y de saber de su ocaso vivo y más en poder sentir el suave delirio de saber que su cuerpo y su mundo le pertenecen al ballet y nada más que al ballet. Y Diana, fría e inconsciente dentro del dilema frío y de una manera hábil y más que eso tan cruel, como el haber sido delirante y tan latente como la forma más real en percibir el desenlace final de dar con la pura verdad de creer en el desastre de dar con el silencio una forma real y más que eso como la forma de dar con el dolor una forma cruel en saber que su mundo fue tan fuerte como la misma espera y tan inesperada de dar con la sola razón. Y Diana sola y en su afán en dar lo que da su camino frío y tan álgido y sabiendo lo inesperado de creer en el final desenlace de dar con los recelos de la vida aún amando a su destino y más a su eterna vocación en ser una buena y tan reconocida bailarina del clásico del ballet. Y en querer amarrar el deseo y más que eso en la euforia de creer Diana en el desafío de dar con la pura e innata verdad de creer en el desenlace efímero en dar con la única verdad de sentir lo más eterno y lo más suave de un sólo destino frío y mal consecuente en saber que su destino está frío y con un sólo vaticinio de la verdad y de la realidad en cuanto a la única sinceridad de su propia alma y de su inexistencia e insistencia frívola, y por demás un sólo por qué y tan desnudo de la verdad efímera que corre detrás de ella. Si en cuanto el dolor se aferró al desenlace frío e inerte en saber que su mundo está tan frío como sus propias articulaciones de su propio cuerpo, torso y pies en puntillas, si es la danza clásica del ballet folclórico. 

Y Diana sabe de la realidad y de la verdad y tan efímera, como poder creer en la dulce mirada que lleva ella desde que el instante en dar su manera más fiel de dar con el silencio y más frío en creer en el alma a ciegas dando salvedad y supervivencia de saber que en el alma se entristece cuando sólo siente el alma indeleble, imborrable inefable y sin poder ser explicada en realidad. Y Diana se vió aferrada y aterrada a su único desafío en dar con su vida una sola frialdad. Y sintiendo el suave delirio en un sólo desafío inerte y tan suave como el reflejo del sol se vió atormentada, fría e indeleble como el frío de esa alma inestable, e ineficaz como el mismo adherido corazón que late como tormentas venideras de un sólo comienzo y ostentando la manera de ver el frío descender, sí, en su propia alma. Y teniendo en cuenta el sabor dulce de la vida lo que le había dado a Diana si fue la vida misma. Y, sí, también el deseo se aferró al desastre de creer en su camino y tan frío como el invierno o como la tormenta invernal que sacude a las calles de Brooklyn. Cuando, de repente, Diana en su presentación de ballet, se dió lo más efímero de creer en el alma suave y tan delicada. Si dentro del ocaso se vió desafiando el cometa de luz, cuando el desastre de sentir a la fría salida, una sola solución Diana creyó en el ballet como única salida en que el desierto efímero es como la magia de creer en su pobre alma, pero, tan rica como ese cometa de luz en que el sol es el reflejo dando la luz. Y el norte de su cuerpo, sí, eran sus ojazos azules como el mar perdido o como el cielo lleno de cristal, dando una luz con todo el sol e irradiando como todo reflejo. Cuando en el instinto se vió frío y comercialmente vivió como para contar su vida esencialmente cuando salió en los periódicos como la niña más prodigiosa de todos los tiempos y tan fríos. Cuando, al despertar, se aferró al delirio frío de creer en el instinto en saber que su mundo se aferró al desastre de creer en la mala esencia que se perfila en su porvenir más incierto. Y sí, que despertó Diana después de esa presentación de ese “show” de ballet. Cuando su forma adyacente de querer en su alma ciega de virtud y con valor innato si se dedicó a ver al sol, como en el nuestro suelo un sólo vuelo lejos de esas calles en Brooklyn. Y se perfiló el desastre de creer en ese sol en cada desenlace en dar como el viento un sólo aire desolado y tan fuerte como el deseo nuevo y en cada palabra la reacción de creer en el desastre de dar con la única solución en saber que su mundo se perfila como el desastre en creer en el desierto más caudaloso y ostentoso en dar con el alma una sola verdad. Cuando en el aire se siente como la única salida en ofrecer con el tutú un sólo silencio atroz, cortando con el aire una fuerza dentro del embate de dar con el alma una luz en que el sol es como la práctica practicando con el tutú, y las puntas que son zapatillas y permanecer en puntillas hasta desear el equilibrio real y tan deseado en el ballet. Si Diana a veces piensa como el mismo deseo en converger en el tiempo, y de ver y de observar con claridad a su propia mente y pensamiento. Y en poder creer en el desastre de creer en el mañana a cuestas de la sola razón, cuando se siente como el mismo anhelo y como el mismo instante de creer en el delirio y tan frío como el desastre de ver el cielo de azul y de su mirar como el mar perdido. Cuando en el trance de la certeza y de la fría verdad se siente como el deseo efímero, pero, tan adyacente y tan clandestino como el mismo frío. Si dentro de la fría esencia y se perfila el desastre de creer en el combate de la vida misma, cuando por mejorar el frio hacia lo más cálido si era el norte de su cuerpo, más efímero y más importante de un sólo todo, cuando se aferra la osadía de creer en el alma fría y desértica, como el más de los sueños de ballet de las niñas como de su edad y, sí, que lo observa todo. Cuando en el tutú se observa como el desastre de creer en el comienzo y sin un buen final, en dar lo que más quiso en ser como el reflejo de la luz a cuestas de una sola razón en discernir lo que más conlleva un dulce sabor en el alma, cuando la niña, sólo la niña vió con el norte de su cuerpo, con sus ojazos azules y sus cabellos largos y tan rubios como el mismo sol. Y se dedicó en cuerpo y alma, y en la misma fuerza de creer en el trance de la verdad, cuando a la falsedad, la niña Diana lo corrige con sus buenos actos por ser una buena niña. Y, sí, había en el recuerdo una verdad tan real como verdadera e impoluta como el haber dado en el comienzo de un buen día, cuando en la alborada y con el sol, se vió reflejada con los rayos de luz en el alma a cuestas de la sola razón. Si en la razón se vió fríamente efímera y tan real como el desastre de creer en el alma a ciegas de Diana si fue como irrumpir en el sueño y siendo como la dueña de un sólo tutú entre sus buenos actos de articulaciones como manos, cuerpo y torso, pero, era el norte de su cuerpo lo que más se sabe como el deseo trascendental y más eficaz de creer en el comienzo, cuando en el alma se sintió como el desafío, pero, tan frío y de mirar con esos ojazos azules. Cuando en el instante se sintió como la misma fuerza en creer en el alma fría como la insistencia de creer en la creencia de saber en las fuerzas terrestres en saber que el instinto de Diana, se sentía como el desafío efímero de dar con la suerte de creer en el alma una fría descendencia como en la nieve un sólo frío invernal que pasa por las calles de Brooklyn. Cuando en el alma se siente como el desafío frío y tenue de un sólo soplo penitente de creer en el alma desierta. Cuando en el alma de Diana se siente como un sólo frío en el alma desierta en poder creer en el comienzo por saber que el destino era frío y el camino desértico en poder creer en el alma fría como en el frío invernal que corre en ser clandestinamente como el fuego de esa alma la de Diana. Y por querer recorrer el salón con su presentación de protagonista en ese “show” del ballet, se siente como la misma fuerza en caer en el territorio ajeno de un clásico ballet. Si Diana se vió fríamente en la vida de querer amarrar dentro del mismo desenlace a su alma fría dentro de su propio cuerpo, y con el norte de su cuerpo, en los ojazos azules de Diana.




Continuará…………………………………………………………………………………………