El aroma de una taza de café trae a mí tus recuerdos.
Todo me lleva a ti. A desearte, a imaginarte, a quererte así.
Contigo ausente no es posible mi vida, sólo me mantiene erguido esa taza de café.
Y ese amor que nos tenemos, que nos tiene unidos, que nos mantiene siempre.
Es el faro de luz, es la guía, el sendero, la ruta por la que volveré a ti.
Y a tus besos, tus pechos, tus sueños, tus dedos y a tu suave piel.
Una rica taza de café en mis amaneceres en soledad me torna en loco enamorado.
La lejanía de tu cuerpo siempre es más soportable, más llevadera
y olvido lo pasado, el sufrimiento y tu ausencia. Te siento en mí.
Cada vez que te deseo, que añoro tus labios, tus hombros, tus pezones,
preparo una taza de café, la saboreo lenta, amorosamente.
Es mágico el efecto: su aroma me trasporta tu lado, a tu lecho añorado.
Y te entregas, nos entregamos, a la pasión, al pecado, a la lujuria, al deseo.
Y me amas, te quiero y convertimos la alcoba en nuestro universo.
Y en el último trago de ese café vuelvo a mi realidad, a mi triste soledad.
A mi vida sin ti, sin saber de tus ojos, de tus nervios, tus penas,
de tus noches serenas…. de una vida en calma.
Siento a su vez que he sido expulsado de nuestro universo cama.
Sólo lograré ingresar de nuevo en ese paraíso
y obtener tus amores, tus gritos, tus rasguños, lo cómplice de tu mirada
a medida que prepare otra taza de humeante y aromático café.
© Armando Cano.