Aquel domingo en la playa,
-para obviar el desvarío-
con serenidad y brío
fuimos orilla y toalla.
Bajo de la uva caleta,
frente a las olas del mar
y sin mucho en que pensar
besé aquella boca inquieta.
Fue un beso de amor ardiente
que desmoronó mis miedos,
muto de momentos quedos
a pasión y ansia ferviente.
Dulces labios de miel pura
arrebatan mis sentidos
y sordo a todos los ruidos
fantaseo en mi locura.
La beso una y otra vez
y nos sorprende la tarde
dos entre la llama que arde
y para siempre tal vez.